Juana como todas las madrugadas sale a trabajar como barrendera en el área de limpieza pública de la Municipalidad de Alto Selva Alegre. Ella tiene dos menores hijos de 08 y 11 años. Lamentablemente, su pareja se contagió del Covid-19 y falleció en Agosto del año pasado. Desde ese momento la madre se quedó con la responsabilidad de trabajar y educar a Jorge y Jesús que ahora será su motor y motivo para seguir luchando en el camino de la vida.
Jorge cursa el sexto grado de primaria en la institución educativa Barroso que se ubica a dos cuadras de su hogar. Apoya a Juanita en los deberes de la casa y ayuda las tareas a su hermano menor.
Antes de partir al trabajo, la mujer prepara el desayuno y almuerzo para los pequeños.. Los despierta y los levanta con una voz dulce “son mi motivo para seguir adelante, los amo”. Ella apenas tiene 30 años. Se embarazó muy joven, pero supo asumir su responsabilidad.
Al salir en las madrugadas teme ser contagiada por el terrible Coronavirus, es por eso que camina cuadras, tras cuadras hasta llegar a su trabajo. Trata de no acercarse a sus compañeros. “Por el maldito coronavirus perdí a mi esposo, ahora con esta nueva variante no quiero perder a mis hijos o que ellos me pierdan a mí” se repite todos los días tratando de cumplir con los protocolos de bioseguridad aun después de la post pandemia.
Trabajar barriendo en las calles es riesgoso, pero a ella no le interesa solo quiere mantener a su familia y comprar la tan anhelada laptop para Jorge que dentro de un año pasará a la secundaria. “La felicidad de mis hijos es lo más importante, todo para ellos porque ser madre es la bendición más grande del mundo”.
Al llegar a casa en las tardes se lava por décima vez la mano con alcohol, sus manos negras la delatan. No quiere enfermarse, el coronavirus es el temor más grande para ella. Al terminar su desinfección, conversa con los niños. Juana trabaja duro, pero también no descuida las cosas del hogar, ni mucho menos las tareas de sus menores. Con la muerte de su esposo se sumó al trabajo diario de limpieza, el ser maestra todos los días. En las noches repasa y enseña a sus hijos los temas que no hayan entendido de los cursos del colegio.
Se acuesta tarde dejando todo preparado para mañana, no tiene tiempo para ella. Pero eso no le interesa, solo desea que sus hijos tenga un buen futuro y no cometan los errores que ella algún día cometió.
Se enamoró muy joven. Antonio, el padre de los niños era un buen hombre, la apoyaba en todo. Su muerte causó en Juana un gran sufrimiento, pero el ser madre de dos niños la hizo fuerte. “Tras las muerte de mi esposo, sabía que no me encontraba sola, tenía dos niños que dependían totalmente de mí”.
“Quiero darles todo a mis pequeños, los perdonaré siempre, nunca los dejaré”. La madre de Juana le enseño que el amor de una madre es incondicional y sincero. Los fines de semana la llama por celular, hace un año que no la ve, pero son por medidas de bioseguridad. “Solo espera verla el próximo año y abrazarla como nunca antes lo había hecho”.
Así como Juana muchas madres de familia se quedaron solas, sin un apoyo a casusa del Covid-19, pero las madres son como las leonas. Protegen a sus hijos y luchan contra todo pronóstico, sacrificándose por ellos y dándoles el cariño y dedicación posible.